martes, 13 de marzo de 2012

¿Qué iba a hacer con tanto tiempo libre?

 Recientemente los suizos han sido convocados a un referéndum que pretendía saber su opinión acerca de la ampliación del período vacacional de 4 a 6 semanas. Un ampliación defendida por los sindicatos en vista del alto índice de estrés en el trabajo que sus habitantes arrastran y donde 1 de cada 5 personas de 55 años no trabaja por esta causa. La jornada laboral media de los suizos está actualmente en 42'4 horas a la semana.

Lo sorprendente es que la votación ha dado resultado negativo. Se han negado a ampliar su período vacacional.

¿Qué se esconde detrás de esta decisión?
De ninguna manera creo que esta decisión haya sido tomada bajo la influencia  de un orgulloso sentimiento patrio acerca de la necesidad de apoyar a sus empresas.
Más bien me decanto por el famoso "Miedo a la libertad" que bien definía Erich Fromm. Baste la declaración de uno de los votantes a pie de urna que recogía un medio de comunicación: "¿Qué iba a hacer con tanto tiempo libre?".

Lo pongo en negrita para que penetre bien:

 "¿Qué iba a hacer con tanto tiempo libre?".


Por un lado proclamamos libertad, por otro nos da miedo. Ser libre no es fácil y supone responsabilizarnos de nosotros mismos, siendo conscientes de que tenemos que tomar decisiones personales y aceptar la responsabilidad de dichas decisiones.
Cuando maduramos, tristemente tendemos a cambiar el control paterno por el control del patrón y cuando no o a la misma vez, por el control de un dios todopoderoso. La cuestión es no ser libres. Eso sí, vamos a gritar por la libertad, pero vamos a hacerlo bajito, no vaya a ser que....

Decía Erich Fromm en su libro "El miedo a la libertad" que el deseo de poder no se arraiga en la fuerza, sino en la debilidad. Es decir, en la debilidad de los otros. Los sistemas tienden a compensarse, a buscar el equilibrio y si uno se hunde, el otro se crece. Aunque también se le puede dar otra lectura de corte más psicoanalítico en la que no voy a entrar, pero que sin duda va en la misma línea de tendencias opuestas que tratan de compensarse, bien sea en la sociedad, bien sea en el individuo.
El poder surge de la incapacidad del yo individual de mantenerse solo y subsistir. Constituye el intento desesperado de conseguir un sustituto de la fuerza al faltar la fuerza genuina (en palabras de E. Fromm).

Esta actitud de los suizos, es contraria a la proclamada por los intelectuales franceses Serge Latouche y Paul Ariès, donde se proclama una nueva dimensión de la vida en la que valores fundamentales del ser humano, en esta época abandonados, vuelvan a resurgir. Pone como ejemplo a "los sublimes", trabajadores especializados que únicamente trabajaban lo mínimo para subsistir y acceder a lo fundamental (todos sabemos lo que es fundamental), dando cabida a valores tales como las artes, la vida contemplativa, la observación, la música, el crecimiento interior, etc, etc...

¿Cómo se consigue eso?

Trabajando menos y por supuesto, necesitando menos.

Necesitar menos supone desear menos y deseando menos, dejamos de ser esclavos del sistema y de nosotros mismos.
Desear menos no es dejar de desear, sino cambiar el enfoque del deseo, como bien explica el filósofo francés Comte-Sponville en su libro "La feliz desesperanza".
Desear sí, pero desear lo que ya tenemos. El deseo es un tirano que genera en nosotros una constante tensión por alcanzar el objeto anhelado. Una vez conseguido, el deseo no se contenta y vuelve a desear, evitando así alcanzar una meta satisfactoria. De ahí la ansiedad de poder y la corruptela que suele llevar emparejada.
Desear lo que ya tenemos. Ese es el enfoque y el trabajo a realizar, al menos en el terreno material.
Para ello es necesario repartir el trabajo que hay. Actualmente vemos cómo las jornadas laborales se extienden sin límites. ¿No es esto una incongruencia en un mundo con tantos parados?
En vez de aplicar 50 horas o más a la semana a un trabajador, vamos a aplicar 25 horas a cada uno, con la consiguiente reducción de sueldo si se quiere.
¿Cuál es el problema?
Que no hay gente dispuesta a hacer eso.
Nadie quiere ganar menos.
Detrás de todo esto se esconde un sistema perverso a más no poder.
Es necesario un pensamiento colectivo, no tanto individual, donde la satisfacción personal venga más de la mano del bienestar del prójimo que en nuestra propia ambición.

¿Suena esto a utopía?

Probablemente sí, pues para que hubiese un cambio de este tipo quizás necesitáramos un salto evolutivo a nivel genético, donde la ambición y la ansiedad de poder dejara paso a la necesidad de paz, tranquilidad y bienestar interior alimentado por el bienestar del que tenemos al lado.

Soñar es gratis, pero quizás soñando y aportando cada uno nuestro grano de arena, podríamos conseguir un mundo mejor. Dicen que el pensamiento genera accciones y las acciones generan comportamientos que redundan en el entorno, cambiándolo poco a poco. Es por eso que es necesario cambiarnos individualmente para cambiar el mundo.

La clave, bajo mi punto de vista, es buscar la satisfacción no solo en lo material, sino en el tiempo libre, en todo aquello que nos rodea y que hemos dejado de ver, observar y disfrutar. La libertad no puede ser una carga, sino una opción para descubrir una esencialidad humana perdida.

El tema es muy extenso y muy complicado, y seguramente aquí quedan muchísimos aspectos en el aire, pero he querido dirigirme fundamentalmente a la base del mal de nuestro tiempo: EL MIEDO A LA LIBERTAD.

Dialogotomía.



Subtitulado (salvo los primeros segundos).

2 comentarios:

  1. equos, despues de mucho tiempo os vuelvo a visitar. Mañana nos veremos en la reunion.
    Deciros que efectivamente la web de diacotomia es bastante bueno
    saludos amigas y amigos

    ResponderEliminar
  2. Agradecido, por la parte que me toca.
    Saludos.

    ResponderEliminar